Hay recuerdos que congelan más que el puto invierno.

Todo se enfría, incluso yo. Poco a poco el frió va apoderándose de nosotros, nos hace más débiles, más sensibles. El calor se ha esfumado y  junto a el, este verano perfecto , que ahora solo nos quedan los buenos recuerdos. Odio esa sensación que se te queda en el cuerpo cuando te falta alguien, esa sensación de vació. Sabes que volverás a ver a esa persona pero para eso todavía queda mucho. Nunca he querido con tanta fuerza que llegará el  verano. Pero hay que aceptar que ha llegado el invierno, el frió. Esa época en la que por las mañanas hace tanto frió que no puedes ni mover las manos, esas tardes cortas en las que el  sol se va muy pronto y la noche llega demasiado rápido. Pero lo peor de el invierno son esas noches en las que no puedes entrar en calor y recuerdas que no tienes a ese alguien que antes te abrazaba y hacia que te olvidaras de todo.  Me decían que con el tiempo iba a olvidarlo, pero mintieron, el tiempo no ayuda a olvidar, solo ayuda a superar, a seguir adelante. Nunca se olvida, se queda ahí, en tu memoria, en un bonito recuerdo. Y es que la nostalgia es una droga alucinógena que te hunde y a la vez te alivia, te hace sonreír mientras te clava en la espalda sus pretéritos perfectos e imperfectos, yo tenia, yo hice, yo estaba...